Pocas películas nacen tan preparadas para ganar como My Fair Lady (1964). Fue la superproducción perfecta para la carrera por los premios: parte del reparto de Broadway como Rex Harrison, la actriz más cotizada del momento (Audrey Hepburn), un director de probada maestría (George Cukor) y un presupuesto que permitía vestir de gala hasta al último extra.
El resultado fue un espectáculo impecable en su año y por eso arrasó en los Oscars. Sin embargo, seis décadas después, ha quedado en la sombra de otros musicales de los 60 que hoy siguen vivos en la memoria popular. Y aun así, hay que reconocerle que fue la película más premiada de su año, con interpretaciones rotundas, gran dirección artística, producción y vestuario.
Vamos a analizar uno de los grandes clásicos del cine musical y conocer todos los detalles de la obra maestra teatral que triunfó en Broadway y que, en su versión cinematográfica, cumplió con creces.
Ficha técnica My Fair Lady

Datos | Información |
---|---|
Título en España y Latinoamérica | Mi bella dama |
Género | Musical, comedia, romántica |
Director | George Cukor |
Actores principales | Audrey Hepburn, Rex Harrison, Stanley Holloway, Wilfrid Hyde-White, Gladys Cooper |
Compositor | André Previn (música), Alan Jay Lerner (letras) |
Guion | Alan Jay Lerner (basado en la obra Pygmalion de George Bernard Shaw y el musical homónimo) |
País | Estados Unidos |
Año estreno | 1964 |
Año de estreno en España y Latinoamérica | 1965 |
Estudios / productora | Warner Bros. – CBS Films |
Duración | 170 min |
Presupuesto | 17 millones de dólares |
Recaudación mundial | 72 millones de dólares |
Datos de producción
El origen de todo está en Shaw. La historia de My Fair Lady nace de la obra de teatro Pygmalion (1913) del dramaturgo irlandés George Bernard Shaw, y aunque ya había sido llevada al cine en los 30, fue su versión musical para Broadway (1956) la que convertiría a Eliza Doolittle y al profesor Higgins en patrimonio universal. Durante los años que estuvo cada noche en los teatros Julie Andrews brillaba como Eliza, junto a Rex Harrison.

Elección del reparto

Cuando Warner Bros se decidió a llevar la versión musical al cine, quería apostar sobre seguro. Necesitaban un rostro conocido para recuperar la enorme inversión, y aunque Andrews era la opción lógica por haber bordado el papel y su enorme voz, los estudios eligieron a Audrey Hepburn.
El estudio sabía que Audrey tenía una voz dulce, pero limitada en rango y potencia, muy lejos de la capacidad vocal de Andrews, que había interpretado a Eliza Doolittle en Broadway con un éxito arrollador. Así que el productor Jack Warner decidió doblar varias de las canciones cantadas por la estrella a sus espaldas, pero sobre esto ampliamos más información en las curiosidades de la película.
Para el papel de Higgins sí fue elegido Rex Harrison, el profesor sin música. El no tuvo ningún problema, venía de hacer el papel en teatro y su particular forma de “cantar hablando” fue respetada. Hizo un papel para el que parecía haber nacido, lo bordó y así ganó el Oscar.

Stanley Holloway, interpreta a Alfred P. Doolittle, el padre de Eliza, y que en la película se roba prácticamente cada escena en la que aparece. Ya había interpretado a Doolittle en Broadway, y su trabajo fue tan celebrado que le valió nominaciones al Oscar y al Globo de Oro como Mejor Actor de Reparto
Su personaje es un pícaro encantador, más interesado en “no trabajar demasiado” que en ascender socialmente, y aporta un contrapunto cómico y desenfadado frente a la rigidez de Higgins y el mundo de la alta sociedad.
El actor tiene uno de los números más memorables, “With a Little Bit of Luck” , donde canta y baila junto a sus amigos Harry y Jamie, celebrando la filosofía de vivir con el mínimo esfuerzo y la máxima diversión.
¿Dónde se rodó My Fair Lady?
La mayor parte del rodaje se realizó en los estudios de Warner Bros. en Burbank, California, con una recreación monumental de Covent Garden, las calles londinenses, las casas aristocráticas y el famoso hipódromo de Ascot. El diseñador de producción Cecil Beaton, que también fue responsable del vestuario, trabajó estrechamente con el director artístico Gene Allen para dar vida a un Londres de postal, inspirado tanto en fotografías y litografías de época como en la estética ya establecida en la versión teatral.
Aunque la película bebió de la puesta en escena del musical de Broadway, no se limitaron a trasladar decorados: Cukor quería un aspecto más cinematográfico y realista, dentro de lo que permitía un estudio


- El mercado de Covent Garden se construyó con puestos reales de flores, frutas y telas, y se usaron nieblas artificiales para dar atmósfera londinense.
- La casa del profesor Higgins se diseñó con paredes practicables y techos móviles para rodar con grúas y aprovechar planos altos.
- El salón de la madre de Higgins y el interior del hipódromo tomaron referencias de interiores aristocráticos reales, pero se exageraron las proporciones para dar más empaque visual.

El hipódromo de Ascot
Uno de los decorados más célebres: Beaton diseñó un Ascot casi monocromático, con predominio del blanco, negro y gris, para que el vestuario contrastara con elegancia. Las gradas y la pista se recrearon en tamaño real dentro del estudio, con extras cuidadosamente vestidos y coreografiados para moverse como en un evento social real.
En total, la construcción de decorados duró varios meses y empleó a más de 200 artesanos. El resultado fue tan vistoso que ganó el Oscar a Mejor Dirección Artística.
Un vestuario pensado para deslumbrar
Cecil Beaton ya había diseñado la escenografía y el vestuario del musical de Broadway y para la película, tuvo carta blanca para multiplicar la opulencia. El presupuesto destinado al vestuario fue altísimo, con cientos de trajes confeccionados a mano, encajes auténticos, sedas importadas y bordados artesanales.

Beaton no sólo recreó con fidelidad el estilo eduardiano de 1910-1912, sino que lo estilizó para el cine: colores más saturados, líneas más limpias y volúmenes pensados para que lucieran en el formato panorámico y el Technicolor.
Y si hay una imagen que ha trascendido de Mi bella dama, es Audrey Hepburn en el hipódromo de Ascot, con un sombrero descomunal decorado con lazos y flores. Este diseño, junto a otros sombreros de la película, se convirtió en una referencia de moda:
- Inspiró colecciones de alta costura en París, Londres y Nueva York a mediados de los 60.
- Popularizó de nuevo el uso de pamelas y tocados de gran tamaño en eventos sociales como carreras y bodas.
En 1964, tras el estreno, revistas como Vogue y Harper’s Bazaar dedicaron editoriales enteras a la “moda My Fair Lady”, con sesiones fotográficas que imitaban el estilo de Beaton. Por supuesto ganó el Oscar a Mejor Vestuario por este trabajo.
Banda Sonora y canciones
Frederick Loewe fue el compositor original de las canciones del musical de Broadway, pero fue André Previn quien se encargó de la adaptación y dirección musical para la película. Su trabajo fue trasladar esas canciones al formato que necesitaba Cukor, orquestarlas para una grabación en estudio, ajustar tempos y arreglos, y dirigir la orquesta durante la grabación de la banda sonora. Por este trabajo, Previn ganó el Oscar a Mejor Banda Sonora Adaptada.
Escuchar la banda sonora en Spotify
Sinopsis y argumento
Eliza Doolittle (Audrey Hepburn) es una vendedora de flores con un acento cockney imposible y unas maneras aún más imposibles. A la salida de una obra es espiada por el profesor Henry Higgins (Rex Harrison), experto en fonética que apuesta con su amigo el coronel Pickering (Wilfrid Hyde-White) que puede convertirla en toda una dama de alta sociedad enseñándole a hablar correctamente.
Eliza acepta el reto con la idea de prosperar, pero a medida que avanzan las clases descubrirá también su propia valía y la dificultad de encajar en las clases altas.
Crítica y análisis de My Fair Lady
My Fair Lady es el ejemplo perfecto de cómo una maquinaria de estudio bien engrasada puede convertir un musical en un producto impecable… y al mismo tiempo dejar una sensación algo calculada. George Cukor, maestro de la comedia sofisticada, puso aquí todo su oficio y control del tempo narrativo, logrando que las casi tres horas fluyan sin altibajos. Es su película más ambiciosa y también la más milimétrica en ejecución: cada plano, cada gesto y cada entrada de personaje parecen cronometrados para el lucimiento.

Audrey Hepburn, aun con la voz cantada ajena, domina la pantalla con un carisma que la cámara sabe aprovechar: su transformación de florista callejera a dama refinada funciona no solo por los cambios de vestuario, sino por el sutil trabajo gestual y la forma en que aprende a “ocupar el espacio” a medida que avanza la historia.
Rex Harrison, en cambio, se adueña de la película con un Higgins tan insoportable como fascinante, un personaje que él convierte en arte de dicción y comicidad seca, sin apenas concesiones a la ternura hasta el último minuto.

La película respira teatro, y Cukor no intenta disimularlo del todo: mantiene actos claramente diferenciados y un uso de los espacios que remite al escenario. Sin embargo, lo equilibra con un sentido impecable del color y la composición. Las canciones, aunque mundialmente reconocidas, no tienen la pegada popular de otros musicales de la década, pero encajan perfectamente en la progresión dramática y en el tono irónico de la obra original.
En conjunto, My Fair Lady es un triunfo visual y técnico, una lección de dirección artística y fotografía que convirtió su estreno en un acontecimiento. Y aunque hoy su impacto cultural es menor que el de otros musicales clásicos, sigue siendo una muestra de lo que Hollywood podía lograr cuando alineaba talento, presupuesto y ambición en una misma dirección.
Recepción crítica en su época

La crítica la recibió como un triunfo del cine-espectáculo. Aunque algunos lamentaron la ausencia de Julie Andrews, la película fue un éxito rotundo en taquilla y arrasó en los Oscar: 8 estatuillas, incluyendo Mejor Película, Director, Actor y Fotografía.
La prensa especializada subrayó su empaque visual y su fidelidad al escenario: TIME la definió como una versión “literal, hermosa y generosa” del musical, el periodista Alistair Cooke en The Guardian celebró que Cukor preservara y elaborara el romanticismo teatral del original, y Variety la coronó como “Hollywood en su mejor versión”, con valores técnicos y de producción muy por encima de la media.
Recepción del público y taquilla

En su estreno, My Fair Lady fue un fenómeno absoluto: la película más taquillera de 1964 en Estados Unidos y un título que llenaba salas también fuera de su país. En España se estrenó con el título Mi bella dama, manteniendo el gancho comercial del musical de Broadway y con doblajes que adaptaban el famoso ejercicio vocal “The rain in Spain stays mainly in the plain” al ya popular “La lluvia en Sevilla es una maravilla”, frase que la película ayudó a fijar en la memoria colectiva.
En México, Argentina o Chile tuvo una recepción muy similar a la española, con gran éxito inicial y reposiciones frecuentes en televisión hasta bien entrados los años 80. Sin embargo, su legado real es más matizado: hoy apenas se repone en la mayoría de estos países, a diferencia de otros musicales de la época que siguen presentes en ciclos de cine o canales temáticos.
El vestuario de Audrey Hepburn sí conserva su estatus icónico, aunque su recuerdo en el gran público se ha diluido frente a títulos con melodías y escenas más universales.
Curiosidades
El cambio de voz de Audrey
Durante la preproducción, Audrey grabó todas sus canciones con la intención de que se usaran en el montaje final, e incluso se trabajó mucho con ella para adaptar las tonalidades a su voz. Sin embargo, al escuchar las pruebas, el productor Jack L. Warner decidió —sin comunicarlo abiertamente a la actriz— que la mayoría serían sustituidas por la voz de Marni Nixon, cantante de estudio especializada en doblajes musicales que ya había sido la voz de Deborah Kerr en El rey y yo y de Natalie Wood en West Side Story.

Audrey se enteró de la decisión durante el rodaje, cuando alguien del equipo técnico le comentó que sus canciones estaban siendo regrabadas en secreto. Al confirmarlo con la producción, se sintió humillada y pidió públicamente que se la retirara del proyecto. Así que estuvo cerca de abandonar y tenerse que buscar otra Eliza.
George Cukor y Jack Warner lograron convencerla de continuar, argumentando que la película necesitaba su presencia en pantalla y que el cambio vocal “no restaría valor” a su interpretación.
La polémica fue doble:
- Dentro del rodaje, porque varios miembros del equipo, incluido Rex Harrison, consideraban injusto no avisar a Audrey desde el principio.
- Externa, porque cuando se supo tras el estreno, la prensa y parte del público lo vio como una falta de transparencia, reavivando el debate de si Julie Andrews debía haber protagonizado la película.
Paradójicamente, ese mismo año Andrews ganó el Oscar por Mary Poppins, y la prensa de la época no dudó en señalarlo como una especie de “justicia poética”. Audrey no fue nominada al Oscar, a pesar de estar magnífica en la parte actuada de la película, y finalmente su imagen pública tampoco acabó siendo dañada.
Las canciones de Rex Harrison

En My Fair Lady, Harrison interpretaba sus canciones con un estilo “parlato” (hablar-cantando) que ya había utilizado en Broadway y que exigía una enorme concentración para mantener el ritmo de la orquesta y encajar las frases con la música. No era un cantante de técnica tradicional y, según él, cualquier distracción visual podía hacerle perder la cadencia.
Por eso, durante la filmación de sus números musicales, pidió que nadie del equipo técnico ni de producción lo mirase directamente mientras rodaba, salvo el director y el personal imprescindible. No quería extras, figurantes o curiosos alrededor
Legado de My fair Lady
La película My Fair Lady (y antes que ella, la obra Pygmalion) es uno de los relatos más influyentes en el cine y la televisión cuando hablamos de transformación social, ascenso de clase y choque cultural entre estratos.

La base del argumento —una persona de clase baja que, con formación, refinamiento y oportunidad, intenta integrarse en un mundo elitista que no siempre la acepta— ha servido de molde para infinidad de historias. La tensión dramática viene de dos frentes:
- La transformación personal: el aprendizaje de modales, lenguaje y códigos sociales.
- Las resistencias externas: prejuicios, rechazo o condescendencia por parte de las clases altas.
Ejemplos de influencia directa o temática:
- Sabrina (especialmente la versión de 1954): bebe bastante de la obra original Pygmalion, una joven hija del chófer que regresa refinada tras estudiar en París y se enfrenta al mundo de sus patrones.
- Pretty Woman (1990): aunque con un romance más central, retoma la idea de la “educación social” para pasar de un entorno marginal al círculo de élite, con escenas que recuerdan al cambio de vestuario y modales de Eliza Doolittle.
- Alguien como tú ( She’s All That -1999) y su parodia No es otra estúpida película americana: el cliché del “cambio de imagen” en un entorno escolar viene directamente de la estructura de Pygmalion.
- Princesa por sorpresa (The Princess Diaries, 2001) es un ejemplo clarísimo de cómo la fórmula de Pygmalion/My Fair Lady sigue funcionando incluso en pleno siglo XXI. Bebiendo de los elementos clave: enseñanza de modales, protocolo, vestimenta, lenguaje, y el conflicto de si la protagonista está dispuesta a cambiar su vida y encajar en un mundo que no siempre la acepta.

Premios y nominaciones
Organismo (año) | Categoría | Resultado |
---|---|---|
Oscar (1965) | Mejor Película | Ganadora |
Mejor Dirección (George Cukor) | Ganadora | |
Mejor Actor Principal (Rex Harrison) | Ganadora | |
Mejor Actor de Reparto (Stanley Holloway) | Nominada | |
Mejor Actriz de Reparto (Gladys Cooper) | Nominada | |
Mejor Guion Adaptado (Alan Jay Lerner) | Nominada | |
Mejor Montaje (William H. Ziegler) | Nominada | |
Mejor Fotografía (Color) (Harry Stradling Sr.) | Ganadora | |
Mejor Banda Sonora (Adaptada) (André Previn) | Ganadora | |
Mejor Dirección Artística (Color) (Gene Allen, Cecil Beaton, George James Hopkins) | Ganadora | |
Mejor Vestuario (Color) (Cecil Beaton) | Ganadora | |
Mejor Sonido (George Groves) | Ganadora | |
Globos de Oro (1965) | Mejor Película – Comedia o Musical | Ganadora |
Mejor Dirección (George Cukor) | Ganadora | |
Mejor Actor Principal – Comedia o Musical (Rex Harrison) | Ganadora | |
Mejor Actriz Principal – Comedia o Musical (Audrey Hepburn) | Nominada | |
Mejor Actor de Reparto (Stanley Holloway) | Nominada | |
BAFTA (1966) | Mejor Película | Ganadora |
Mejor Actor Británico (Rex Harrison) | Nominada | |
Círculo de Críticos de Nueva York (1964) | Mejor Película | Ganadora |
Mejor Dirección (George Cukor) | Nominada | |
Mejor Actor (Rex Harrison) | Ganadora |
Por qué recordamos My Fair Lady

Fue, sin duda, una de las producciones más imponentes de su tiempo y el título que dominó la temporada de premios de 1964. Hoy suena más a joya de museo que a clásico vivo. El tiempo y las nuevas adaptaciones han dejado eclipsada a la película por otros musicales con canciones y escenas más eternas, que todavía son recordadas y veneradas.
Sin embargo, su acabado técnico, la dirección de Cukor y el empaque visual de cada plano siguen siendo una clase magistral. Aunque rivales como Mary Poppins y Dr. Strangelove, son dos películas que hoy gozan de un impacto cultural más duradero, fueron apuestas más visionarias y probablemente merecedoras de más reconocimiento en los Oscars.
Aun así, la Academia premió lo que quería destacar en aquel momento: una superproducción de estudio impecable, que representaba el cine-espectáculo clásico en su máxima expresión. Más que un musical inmortal, My Fair Lady queda como el testimonio de hasta dónde podía llegar Hollywood cuando ponía todos sus recursos al servicio de una misma apuesta… y ganaba.
Deja una respuesta