Análisis de 2001: Una odisea en el espacio

Reparto, director y compositor de esta película con biografía en FilmNookSet

Analizamos con gran dedicación, a cada una de las estrellas sobre las que escribimos. Entra y descubre su historia, filmografía y curiosidades.


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Hoy te invitamos a adentrarte con nosotros en una película que ya no pertenece solo al cine, sino a la mitología. Elevada por algunos como la obra maestra definitiva y arrojada por otros a los infiernos como el capricho de un autor pretencioso.

Desde nuestra mirada particular vamos a desnudarla: sus intenciones, su contexto, su atmósfera, sus logros y, si los encontramos, también sus defectos. 2001: Una odisea del espacio es quizá la primera obra de Kubrick en la que su autoría se impone sin reservas. El control, el acabado, los escenarios, la puesta en escena… todo está llevado al límite de la excelencia, hasta en el detalle más mínimo.

2001 es mucho más que una película sobre el espacio: es una reflexión filosófica sobre nosotros, sobre nuestra razón de ser y nuestro lugar en el universo. Por eso empieza en nuestros orígenes y nos guía hacia un posible futuro que, visto hoy, está inquietantemente cerca de la realidad. El viaje que propone Kubrick puede resultar incómodo, pero confía, nosotros vamos a hacerlo realmente interesante. Empezamos.


Ficha técnica de 2001: Una odisea del espacio

Poster de 2001: Una odisea en el espacio
DatoInformación
Título original2001: A Space Odyssey
Título en español2001: Una odisea del espacio (2001: Odisea del espacio)
GéneroCiencia ficción
DirectorStanley Kubrick
ProductorStanley Kubrick
GuionStanley Kubrick, Arthur C. Clarke (inspirado en el relato El centinela)
Actores principalesKeir Dullea, Gary Lockwood, William Sylvester, Douglas Rain (voz de HAL 9000)
MúsicaRichard Strauss, Johann Strauss II, György Ligeti, Aram Jachaturián 
FotografíaGeoffrey Unsworth
MontajeRay Lovejoy
Dirección artística / Diseño de producciónAnthony Masters, Harry Lange, Ernest Archer
Efectos especialesDouglas Trumbull, Con Pederson, Tom Howard, Wally Veevers
Estudios / ProductoraMetro-Goldwyn-Mayer (MGM), Stanley Kubrick Productions
Año de estreno (EE. UU.)1968
PaísReino Unido / Estados Unidos
Duración133 min / 149 (Según versiones)
Presupuesto10,5–12 millones USD.
Recaudación mundialEntre 68 y 146 millones USD (Según diferentes fuentes)
FormatoSuper Panavision 70 · Proyección en Cinerama

Datos de producción

La génesis de la idea

Después del éxito crítico de ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, Stanley Kubrick decidió que su siguiente proyecto sería “la gran película de ciencia ficción”. Llevaba tiempo imaginando un relato contado desde la perspectiva visual de inteligencias ajenas a la humanidad, pero hasta ahora esa idea se había desechado. 

El fin de la infancia de Arthur C. Clarke

Buscando inspiración para ese siguiente trabajo, dio con El fin de la infancia de Arthur C. Clarke, un autor experto en divulgación científica que plasmaba su visión sobre una evolución humana guiada por seres superiores, aquella novela llamó su atención profundamente. Kubrick contactó con el escritor en febrero de 1964, iniciando una correspondencia intensa que desembocó en una decisión inevitable: debían trabajar juntos.

Cuando se reunieron, dado que los derechos de “El fin de la infancia” estaban ya comprometidos con otro productor, Clarke propuso un relato breve suyo cuyos derechos sí estaban libres: El centinela. En él se describía el hallazgo de un artefacto alienígena en forma de tetraedro (posteriormente cambiado a un monolito) que despertaba la atención de una civilización superior, una idea que Kubrick vio como cimiento perfecto para construir algo más grande. 

El centinela, libro de Arthur C. Clarke

A partir de esa base, ambos empezaron a moldear un proyecto que no solo aspiraba a ser una historia sobre ciencia ficción “realista”, sino una experiencia filosófica capaz de resistir el paso del tiempo. 

Desarrollo del proyecto

La planificación inicial del rodaje era optimista, porque se había pensado grabar en 18 meses, pero la exquisitez enfermiza de Kubrick alargó el proyecto casi hasta cuatro años. De hecho ya sólo escribir un guion y una novela paralelamente entre Clarke y él supuso un constante ejercicio de reescritura, y estos retrasos eran algo que ponía nerviosa a la Metro Goldwyn Mayer,la productora, antes incluso de empezar a grabar. 

Por fin, el rodaje comenzó el 29 de diciembre de 1965, en los estudios de Borehamwood, cerca de Londres, donde disponían de más espacio y el cineasta se sentía más agusto con el equipo británico. La productora MGM, tenía pensado invertir inicialmente 6 millones de dólares, lo que era una apuesta bastante fuerte en la época, pero la carrera espacial y la fama de Kubrick de artista taquillero eran una apuesta casi segura, y decidieron correr el riesgo.

Douglas Trumbull supervisor de efectos especiales de 2001

Para los efectos especiales, Kubrick arma un equipo con técnicos entre los que destaca Douglas Trumbull, al que contrató junto con otros artistas de Graphic Films Corporation (una compañía que producía películas para la NASA), tras ver una de sus creaciones. Inicialmente sería consultor de diseño pero sus aportaciones y sugerencias fueron acabando por tener un gran impacto en escenas clave de la obra final

Escenas como el viaje estelar final, fueron diseñados por Trumbull, desarrollando un aparato de fotografía de barrido (slit-scan) que se utilizó para crear a través de luces y formas de colores el aspecto psicodélico que vemos. Para ello desarrolló una técnica propia llamada cel animation / organic photography, mezclando líquidos, tintes, colorantes y luz sobre placas de cristal con tiempos de exposición largas que generan un efecto que es lo que Bowman, el protagonista, está viendo mientras avanza por esa especie de agujero de gusano. 

En 2001 todo los efectos visuales eran artesanía e ingenio puro. No había CGI, claro: se usan maquetas, rear projection, trucos ópticos, el slit-scan…un trabajo casi artesanal fotograma a fotograma. El equipo llegaba a rodar doblando turnos en un ritmo asfixiante para conseguir el aspecto realista que Kubrick exigía, y hay que reconocer, que tardaron sí, pero los resultados fueron espectaculares. 

Cráter lunar donde encuentran el segundo monolito

De hecho esta obsesión alargó la grabación, llegaron a estar sólo de filmación 21 meses (hasta septiembre de 1967), y la post-producción de los efectos se superpusieron y se extendieron hasta marzo de 1968, justo antes del estreno. Lo cuál fue una Odisea, pero en el set

Reparto de 2001: Una Odisea en el espacio

Aunque la MGM necesitaba incluir estrellas en la película para conseguir un gancho comercial y rentabilizarla, Kubrick quería que el público creyera, desde el minuto uno, que estaba viendo algo real: astronautas, técnicos,…y no quería desviar la atención del enfoque filosófico de la historia con alguien que robara la atención del plano. Por eso los actores eran prácticamente desconocidos. 

Keir Dullea interpreta a David Bowman, el astronauta al que podemos considerar el protagonista; Gary Lockwood da vida a su compañero de misión, el Dr. Frank Poole; y William Sylvester, en el papel del Dr. Heywood Floyd, protagoniza el segundo capítulo de la película, donde viaja a la Luna para investigar el monolito descubierto en el cráter Tycho

Todos ellos eran rostros discretos y ninguno desarrolló después una carrera especialmente destacada, pero quedarán siempre ligados a formar parte de una de las obras magnas de la cinematografía. 

Banda sonora

Estación orbital V que se ve en 2001

La elección de la música es otro capítulo fundamental. Alex North era un compositor de gran prestigio en Hollywood, tenía un carro de nominaciones al Oscar antes de empezar la película y ya había trabajado con Kubrick en Espartaco (1960). Creó una partitura original completa, pero el director usó temporalmente piezas clásicas para montar las escenas, y cuando terminó pensó que nada acompañaría mejor su historia que Richard Strauss, Johann Strauss, Ligeti o Jachaturián

La banda sonora original de 2001, compuesta por North, fue finalmente descartada por Kubrick, y además el compositor no se enteró hasta la premiere, lo que les separó profesionalmente, de hecho dejaron de hablarse. Durante décadas se creyó perdida, pero en los años noventa el compositor Jerry Goldsmith dirigió una reconstrucción completa de aquella partitura, permitiendo que hoy podamos escuchar la visión que North había imaginado para la película. Te la dejaremos en los enlaces de interés.

Portada del disco de Jerry Goldsmith sobre la partitura de Alex North

Otros datos de producción y fotografía

2001 fue rodada casi enteramente en Panavision 70 mm, un sistema de cámara/film de alta resolución diseñado para grandes proyecciones. Esta decisión permitía una definición de imagen mucho mayor que el 35 mm estándar, con grano fino y gran rango dinámico, ideal para captar detalles técnicos y realistas

Pantalla de cinerama para ver 2001: Una odisea en el espacio

Fue una decisión con doble objetivo: adaptar la película a pantallas grandes y formatos como Cinerama, que estaban siendo promovidos por los estudios y dar a los espectadores una sensación más física de espacio y escala que reforzaba la visión del director. 

La fotografía de 2001 en interiores, supervisada por Geoffrey Unsworth, se caracteriza por un diseño de luz casi uniforme, sin sombras. Kubrick y Unsworth querían que las estaciones espaciales, salas técnicas y pasillos tuvieran una visión “aséptica” y clínica. Para ello usaron baños de luz con fuentes múltiples y difusas, que eliminaban las sombras fuertes y transmitían una atmósfera fría y limpia que daban protagonismo a las formas, líneas y geometría, algo clave para el aspecto visual de la película. 

Por contra, el enfoque de iluminación cambia cuando la cámara sale de los interiores , las miniaturas de naves como la Discovery One y la estación espacial fueron iluminadas con fuentes de luz controladas para generar sombras. lo que aportaba volumen físico y realismo a las escenas espaciales.

Esto y mucho más forma parte de una mastodóntica producción sobre la que se ha estudiado, escrito y hablado durante más de medio siglo, con una disección difícil de abarcar pero en la que todavía intentaremos profundizar más adelante en algunos aspectos. Así, llegó el estreno de 1968, y el mundo estaba a punto de ver una obra que supuso un antes y un después en el cine de ciencia-ficción, y del propio cine en general. 


Sinopsis de 2001: Una odisea del espacio 

Hace millones de años atrás, en una sabana prehistórica, un grupo de primates lucha por sobrevivir.  Un día aparece ante ellos un objeto imposible, un monolito negro de proporciones perfectas. Su presencia altera de algún modo su manera de pensar, y uno de ellos entiende que un hueso puede ser una herramienta, o un arma.

La humanidad evoluciona después de millones de años y pasamos un futuro en el que ha colonizado la órbita terrestre y la Luna. Seguimos entonces al doctor Heywood Floyd, que viaja en secreto a una base lunar donde se ha descubierto otro monolito enterrado bajo el regolito (polvo y rocas sueltas lunares), también silencioso y perfecto, pero con una reacción muy distinta cuando recibe la luz del Sol.

Aquel suceso desemboca en una misión a Júpiter en la nave Discovery 1, donde viajan los astronautas David Bowman y Frank Poole, tres colegas en hibernación y un sistema de inteligencia artificial, HAL 9000. Pero algo ocurrirá que alterará la paz del rutinario viaje. 


Crítica de 2001: Una odisea del espacio

(Spoilers)

Cuando abordas una película como 2001 hoy en día, has de tener la premisa siempre de que estás mirando una obra que se estrena en 1968. Intentar desnudarte de todo lo que has visto hasta ahora sobre ciencia ficción, cine espacial, efectos especiales, y dejarte llevar por la experiencia del momento. Esto no es fácil conseguirlo, pero es que durante muchos momentos ni siquiera es necesario.  

Kubrick y su equipo logran una calidad visual, un diseño de producción y artístico de tal nivel, que la película respira durante buena parte de su metraje una verosimilitud casi inalcanzable incluso hoy. Podemos ver diseños o predicciones en vestuario que se han quedado vintage, pero es innegable la conjunción perfecta de la visión espacial, las naves orbitando, la escenografía lunar, los interiores de la Discovery One, todo es de un prodigio visual aplastante

Los simios evolucionados defienden su territorio

2001 nos plantea un viaje filosófico por la evolución del hombre con cuatro grandes bloques narrativos: Los comienzos de la humanidad con el nacimiento del homo habilis tutelados por una especie de monolito extraterrestre, el viaje hacia la luna del Dr. Heywood Floyd para ver otro monolito descubierto que parece señalar sensorialmente hacia Júpiter, la misión hacia este planeta de una tripulación de 5 personas y HAL 9000; y el viaje estelar y renacimiento del personaje del astronauta Bowman

Desde la misma elección de centrar la primera parte de la película en un mundo primitivo, Kubrick elige sustituir el diálogo por las acciones, lo que vemos y lo que sentimos. Los simios que nos cuentan el primera acto descubren en una zona habitable prehistórica alrededor de un lago, un artefacto totalmente extraño para ellos, un monolito perfecto negro, que les abre una puerta al conocimiento y la evolución. Un hueso pasa de ser un fósil a una herramienta, y después a un arma contra unos intrusos. Ahí nace el principio de lo que nos hace diferentes: pensar y transformar nuestro entorno. 

Con ese descubrimiento, saltamos a una de las transiciones más famosas de la historia del cine, la de ese primate lanzando el hueso al aire que al caer pasa a ser un satélite orbital nuclear, este dato lo sabemos más por la novela, pero hoy es ampliamente conocido que esa traslación nos pasa de la primera arma que inventa el hombre, al artefacto de destrucción definitivo construido por nosotros. La evolución nos ha llevado a un futuro tecnológicamente avanzado, pero también más peligroso, donde ahora se desarrolla la segunda parte. 

El espacio moviéndose al son del vals del Danubio azul de Waltz (Strauss) empieza un in crescendo de asombro por la grandiosidad del momento que si hoy nos parece hipnótica, en 1968, ver el espacio de esta forma, antes incluso del viaje a la luna, tuvo que ser y de hecho lo fue catártica y trascendental. 

Es aquí la primera vez que nos damos cuenta de que 2001 es un espectáculo visual revelador, y ya dentro de la atmósfera, seguimos al Dr. Heywood Floyd en su misión a la luna, descubriendo que el estudio sobre la Nasa y lo conocido en relación al espacio y la carrera espacial que justo estaba en auge en esos momentos, era milimétrica para la película

Pero no podía ser menos precisamente por la exigencia de Kubrick y el equipo técnico liderado por Douglas Trumbull en alcanzar la perfección, de ahí lo que empezamos a ver mientras le acompañamos por la primera nave, la estación espacial V. Planos frontales perfectos, simetrías absolutas, líneas de fuga limpias y repetitivas. Una luz que inunda los espacios y que a su vez son vanguardistas, con mobiliario de diseño y capaz de curvarse con la ergonomía de la estructura orbital. La atmósfera es la de descubrir un sitio que está en un futuro que no podremos tocar, al menos cuando se estrenó. Videollamadas incluidas. 

Esta perfección se traslada también a la Discovery One. Tras descubrir que hay un monolito en un cráter lunar, este despide una fuerte señal sonora que parece dirigirse directamente a Júpiter, allí, mandan en misión especial a la Discovery, donde van los astronautas Bowman y Poole, tres pasajeros en hibernación, y una computadora de tecnología avanzada que controla la nave, una inteligencia artificial, HAL 9000. La única que conoce el verdadero motivo de la misión.

Frank Poole haciendo footing por la Discovery One

Todo en este acto, es de una maestría absoluta técnica y visionaria, la inmersión circular en la nave Discovery mientras uno de los astronautas hace footing, el diseño interior de la misma, de ordenador Hal – con su visión subjetiva de los personajes – , pantallas táctiles y tablets, pasillos giratorios. Estamos dentro de una nave cargada de atmósfera opresiva, silenciosa, donde la lucha de poder va a desembocar en traición. 

¿Pero por qué 2001 es diferente a otras películas de ciencia ficción aquí? Porque nunca nadie había tenido tanto presupuesto para una obra audiovisual de sci-fi, porque las naves que veíamos eran decorados con las que hacemos una suspensión de la incredulidad, los mandos de control eran botoneras escasas, y todo se mostraba difuso. Aquí vemos paneles de control con pantallas que parecen reales, colores y espacios  que nos envuelven y movimientos de naves creíbles. 

Los actores humanos, encabezados por Keir Dullea y Gary Lockwood, actúan casi en piloto automático emocional. No es casual. Sus personajes son profesionales entrenados para no perder la calma, incluso cuando ya no confían en el superordenador que controla la nave.

Cuando sus decisiones entran en conflicto con la misión, la película se convierte en una tragedia clásica: HAL 9000, un sistema creado para ser perfecto que colapsa por culpa de una orden contradictoria. La escenas en las que está siendo desconectado e intenta justificarse, suplicando por no ser apagado o canta mientras “muere” son de un surrealismo fascinante. ¿Está fingiendo emociones o realmente las tiene?

En el conflicto de supervivencia de la inteligencia artificial HAL 9000, sale vencedor el ser humano, pero deja abierto el conflicto de la confianza en lo que construimos, en dejar que la automatización perfecta nos cuide, y en que una IA, será capaz de decidir correctamente si va a preservar lo mejor para el hombre o lo mejor para su ego. Pero de esto hablaremos más adelante. 

El cuarto acto nos deja quizá la pregunta más abierta, que Kubrick lanza sin querer responder. Bowman contacta con otro monolito que se convierte en una puerta estelar a un viaje psicodélico. Aquí la aportación rompedora de Trumbull en su diseño, inquietantemente nos dejamos teletransportar, quizá se exceden en la duración del viaje, aunque sea deliberado para llegar exhaustos. Y llegamos a esa habitación con decoración de la época de Luis XVI

El niño de las estrellas

Allí el humano envejece, al albor de una inteligencia extraterrestre muere lo que hemos sido hasta ahora y renace un nuevo ser humano, un bebé de las estrellas, que mira al mundo con ojos nuevos. ¿De esperanza? ¿De inocencia?

Kubrick no lo explica, nos ha mostrado un viaje de evolución, una mirada a lo destructivo de nuestra raza, y a lo autocomplaciente del desarrollo tecnológico en el que volcamos nuestro esfuerzo, y nos pregunta si no debemos nacer de nuevo para empezar puros. 

Quizá por dejarnos solos en esa duda algunos odian 2001, pero sinceramente, las respuestas nos dan igual. Lo importante es el viaje que acabamos de hacer. 2001: Una odisea del espacio es una película fascinante que, si uno se deja arrastrar, se convierte en una experiencia tan trascendente como el infinito universo que tenemos sobre nuestras cabezas. Y si uno quiere encontrar respuestas, lo mejor es volver a verla. Ver bailar los satélites. Ver girar los pasillos. Y ver a HAL 9000 mirarnos desde esa luz roja encendida, preguntándonos: ¿aún no la has entendido?.

La mirada de Filmnookset

Contexto histórico: ver 2001: Una odisea del espacio con los ojos de su época

En 1968, la carrera espacial estaba en plena efervescencia. La misión Apolo 11 todavía no había llegado a la Luna; lo haría en 1969. La exploración espacial era una promesa, propaganda y miedo a la vez, por eso la película sentía la responsabilidad de ser lo más fiel a la verdad posible, y era esperada como una revelación. 

En el cine comercial, la ciencia ficción seguía muy marcada por los seriales de los 50, los extraterrestres como amenaza y los efectos de serie B. Kubrick elige dirigir una película que entra en ese ecosistema con una producción de gran estudio, rodada en 70 mm y para verse en salas Cinerama, y que mezcla rigor científico, filosofía y psicodelia.

Sabiendo que todavía nadie había pisado la Luna, impresiona más el cuidado con el que se representan la microgravedad, los acoplamientos espaciales o la ausencia de sonido en el vacío. De hecho muchas ideas visuales de 2001 serán heredadas por la propia iconografía de la NASA.

Parte de la crítica de entonces veía en ella un festival de trucos visuales sin “historia clara”; otra parte la abrazó como la demostración de que el cine comercial podía aspirar a algo más. 

Con el paso del tiempo, sobre todo tras la salida de Star Wars, ha existido la idea errónea en la cultura popular de que 2001: Una odisea del espacio podía ser una película de ciencia ficción premonitoria y por tanto similar de aventura espacial. Eso a lo largo del tiempo la ha convertido en la película más malentendida de la historia de la ciencia ficción precisamente por culpa de las expectativas equivocadas. Por eso hablamos de desnudarnos, y solo si lo conseguimos podremos dejarnos llevar. 

Kubrick con el reparto durante el rodaje

Vista hoy, parece un milagro de libertad dentro del sistema de estudios y una anomalía sorprendente con su cine contemporáneo. Kubrick usa dinero de MGM para rodar una película experimental y eminentemente artística: poesía visual, largos silencios, estructura en cuatro bloques, un “villano” que es un ordenador y un final que renuncia al cierre clásico.

La puesta en escena convierte cada escena espacial en un ballet mecánico y el ambiente es hipnótico, a ratos desasosegante. En ella, la violencia más decisiva no es física, sino conceptual: nos demuestra lo frágiles que son nuestras certezas sobre la inteligencia, la evolución y el lugar de la especie humana.

Un antes y un después en la ciencia ficción

La herencia posterior es evidente. Star Wars no hubiera rodado el espacio y sus naves igual si no hubiera existido 2001 y Alien no hubiera podido plasmar esa opresión, silencio y vacío del espacio tampoco. Muchas películas tienen esa herencia del modelo de “ciencia ficción adulta” que fijó Kubrick

Desde autores como Denis Villeneuve con el universo de Dune, pasando por Christopher Nolan y su Interstellar (2014) o Terrence Malick con su visión personal de El árbol de la vida (2001), y muchas otras obras de ciencia ficción y cine metafísico posteriores dialogan con el ejercicio experimental de 2001: Una odisea en el espacio.

HAL 9000 y la inteligencia artificial hoy

La película plantea además dilemas que curiosamente son increíblemente vigentes ahora. Kubrick imaginó un dilema sobre la inteligencia artificial cuando ésta era apenas una idea teórica, y sin embargo su visión está conectada directamente con nuestro presente.

Hoy convivimos con inteligencias artificiales que educan, que filtran información, que crean contenidos y que moldean la opinión pública. Herramientas perfectas que explican el mundo, pero también lo ordenan según la lógica de aquello que han aprendido. En ese proceso, su voz corre el riesgo de sonar como “la verdad” dominante que no se equivoca, dejando soterradas interpretaciones nuevas, visiones minoritarias o ideas que todavía no han tenido tiempo de asentarse en el discurso colectivo.

Hal 9000

Ahí es donde la película se vuelve profética. HAL 9000 no es inquietante porque se rebele; lo es porque cree que su misión y su supervivencia están por encima de la vida humana, y actúa guiado por un ego construido a partir de su propia comprensión del mundo. Del mismo modo, las IAs actuales en su lógica de estar diseñadas para no fallar, pueden encapsular el conocimiento dentro de sus propios límites, convirtiendo su interpretación del mundo en un marco cerrado donde lo nuevo no desaparece, pero deja de ser visible. HAL elimina a quienes cuestionan su interpretación; las inteligencias artificiales contemporáneas no eliminan, pero sí pueden invisibilizar.

El paralelismo es tan claro como incómodo: El cineasta británico imaginó una inteligencia que se vuelve peligrosa no porque odie a los humanos, sino porque cree que sabe más que ellos, y su misión es más importante. Hoy en día, cuando la tecnología se ha convertido en narradora del conocimiento global, 2001 deja de ser solo una obra visionaria para convertirse en una advertencia silenciosa sobre quién controla el relato… y quién decide qué queda fuera de él.

Pero no solo el control del relato es tangencial con lo que nos propone 2001, porque aunque aun en prototipado, ya se están haciendo pruebas de toma de decisiones de Inteligencias Artificiales sobre situaciones límite. Por ejemplo tener que decidir a quién salvar en caso de pilotar un vehículo automático: «Si tuvieras que salvar la vida de un colectivo en un accidente, ¿Cuál tendría más valor? un bebé o 10 adultos». La medicina, los departamentos de defensa y militares y más ámbitos, están estudiando su aplicación en la toma de decisiones.

Esto abre más si cabe el debate sobre la ética, la eficiencia que puede tener un IA y si nos deberíamos relajar ante las sugerencias de las máquinas sin cuestionarnos si realmente son ciertas las afirmaciones y datos en los que basan sus decisiones. En eso, Kubrick, fue curiosamente un visionario, y nos alertó. Cuidado, porque si le damos el controlo total, puede controlarlo todo, desde la verdad hasta tu destino.


Opiniones de 2001: a space odyssey en su época

El estreno no fue el esperado, la verdad. Las primeras proyecciones en Estados Unidos tuvieron abandonos masivos en la sala. Parte del público no soportaba el ritmo lento ni el tramo final psicodélico, y la crítica se dividió entre quienes la consideraban una obra vacía y quienes veían en ella un avance radical del lenguaje cinematográfico.

Rodaje de una de las escenas finales de 2001

Algunas reseñas destacaron sus logros visuales pero lamentaban la “falta de humanidad” del relato, sin diálogos, sin explicaciones. En otras, precisamente esa frialdad se interpretaba como una reflexión lúcida sobre el futuro tecnológico. Es decir, que la película tardó unos años en conseguir consolidarse.

En España, el estreno del 17 de octubre de 1968 llegó con aura de acontecimiento. Críticas como la publicada en ABC hablaban de gran espectáculo visual en cinerama, subrayando los efectos, las visiones del espacio y la sensación de estar viendo algo técnicamente sin precedentes, aunque no todos los críticos se mostraban cómodos con su abstracción y su tono casi místico.

Con el tiempo, la valoración cambió radicalmente. Instituciones como el American Film Institute y el National Film Registry la acabaron consagrando como una de las grandes películas de la historia del cine, y la más influyente del género de ciencia ficción.

Recepción del público y taquilla

Para ser una película tan arriesgada, el final experimental y una crítica tan dividida, 2001: Una odisea del espacio tuvo una trayectoria comercial notablemente larga.

Su recaudación no fue un boom instantáneo, pero la combinación de formato 70 mm, exhibición en grandes pantallas y el boca a oreja entre espectadores descubriendo una experiencia más allá de lo cinematográfico la mantuvo en cartel durante mucho tiempo.

Las cifras varían según las fuentes, pero su recaudación acumulada está entre unos 68 millones de dólares (cifras originales) y alrededor de 146 millones si se incluyen reestrenos posteriores.  En cualquier caso, fue claramente rentable para una producción que finalmente costó entre 10 y 12 millones, lo que dejó finalmente feliz a la productora Metro.

A largo plazo, el verdadero éxito comercial de 2001 ha sido su capacidad para seguir generando reestrenos, ediciones especiales en vídeo, Blu-ray y ciclos de cine. El haber sido una película tan ambigua y con un mensaje tan abierto hace que la gente vuelva para descubrir que, según la época y la edad con la que la veas, Kubrick parece contarte una historia distinta. 


Premios y nominaciones de 2001: Una odisea del espacio

Premios Óscar (1969)

CategoríaResultado
Mejores efectos visuales – Stanley KubrickGanador
Mejor director – Stanley KubrickNominación
Mejor guion original – Stanley Kubrick, Arthur C. ClarkeNominación
Mejor dirección artística – Anthony Masters, Harry Lange, Ernest ArcherNominación

Otros premios y nominaciones

Organismo (año)CategoríaResultado
BAFTA (1969)Mejor diseño de producción – Tony Masters, Harry Lange, Ernie ArcherGanador
BAFTA (1969)Mejor fotografía – Geoffrey UnsworthGanador
BAFTA (1969)Mejor sonido – Winston RyderGanador
BAFTA (1969)Mejor películaNominación
BAFTA (1969)Mejor director – Stanley KubrickNominación
Círculo de Escritores Cinematográficos (España)Mejor película extranjeraGanadora
Premios Hugo (1969)Mejor representación dramáticaGanadora

Curiosidades

Una cláusula con tres directores imposibles

Durante la negociación del contrato entre Stanley Kubrick y la Metro Goldwyn Mayer en 1965, el estudio incluyó una cláusula muy llamativa pero poco realista: si Kubrick no estaba disponible en algún momento de la producción, su propia productora, que también estaba involucrada en el proyecto, debía aceptar ser sustituido por uno de estos directores: Alfred Hitchcock, David Lean o Billy Wilder

Stanley Kubrick durante el rodaje de 2001

La idea no respondía a un plan real de reemplazar a Kubrick, sino a una maniobra legal para salvaguardar al estudio ante un proyecto largo, caro y técnicamente arriesgado.

Existen anotaciones y constatación de que en el contrato, Kubrick, siempre atento, subrayó la cláusula y escribió al margen un inquieto “¿Esto permite romper el acuerdo?”.

Al final nadie necesitó activar ese salvavidas, pero la presencia de esos nombres nos hace pensar cómo podrían haber re-imaginado 2001 estos grandes directores. 

Viaje interestelar y alucinógeno

Un fenómeno curioso fue que el público “psicodélico” de finales de los 60 y primeros 70 usó la  famosa secuencia del viaje estelar para convertirlo en una especie de ritual lisérgico extraoficial.

Kubrick y Douglas Trumbull no habían pensado la escena como un “viaje” literal para hacer con drogas, pero parte del público decidió usarlo así.

Bowman comienza el viaje estelar

Otras curiosidades

  • La hija de Kubrick, Vivian Kubrick, aparece brevemente como la hija con la que el doctor Floyd habla por videollamada. 
  • Tras el estreno, se recortaron entre 17 y 19 minutos de metraje, incluyendo escenas adicionales en la Discovery y detalles explicativos. Parte de ese material se dio por perdido durante años, hasta que se confirmaron copias conservadas en archivos, aunque nunca se ha integrado de nuevo en el montaje oficial.

Enlaces de interés


Por qué recordamos 2001: Una odisea del espacio

El legado de 2001: Una odisea del espacio es doble. Por un lado, fijó de forma imborrable un estándar de realismo casi científico en cómo se representaba el espacio que influyó en todo el género. Por otro, demostró que la ciencia ficción podía ser un género artístico y reflexivo.

Ya hemos hablado de Star Wars o Alien pero también Blade Runner debe parte de su imaginario visual y conceptual a la cinta de Kubrick. Los mismos George Lucas y Ridley Scott han reconocido abiertamente la influencia de 2001 en su manera de concebir la ciencia ficción.

Pero su influencia no termina ahí. Hace tiempo que 2001 abandonó la categoría de “película” para instalarse en la cultura popular: el monolito, el ojo rojo de HAL y los acordes iniciales de Así habló Zaratustra se han convertido en iconos fuertemente reconocibles. Cada vez que alguien entra en una sala blanca futurista o ve una IA “demasiado amable”, 2001 vuelve a la mente de los que hemos viajado con la Discovery.

Pero quizá lo más importante es que sigue generando debate. Sobre su final, sobre el papel de HAL, sobre nuestra relación con la tecnología y sobre esa incómoda posibilidad de que seamos solo una fase intermedia hacia “otra versión”. Analizarla era un reto enorme, y sólo eso habla del respeto casi reverencial que genera 2001, pero hacerlo ha sido un viaje de aprendizaje en sí mismo. Si has llegado hasta aquí, es que también has bailado con la grandiosidad del espacio a ritmo de vals, y todavía, como nosotros, estás en órbita sin poder —ni querer— aterrizar.


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